Junio es uno de los meses más lluviosos del año, por lo que corresponde un balance tras su paso. En esta oportunidad, nos sorprendió nuevamente con un evento extremo, vale decir, una gran cantidad de agua caída en un tiempo breve. ¿Por qué se genera esto? Los científicos aluden a un río atmosférico, es decir, una masa de aire muy cargada de humedad que desde el mar precipita en el continente a tasas sin muchos precedentes históricos (considerando desde cuando hay mediciones).
Las precipitaciones muestran importantes diferencias a lo ancho de Chile, desde la cordillera al mar y, allí, un punto importante que determina cuanta agua finalmente es transportada por los ríos es la llamada isoterma cero: el punto donde el agua cae como nieve, por lo tanto, se almacena temporalmente; y donde el agua cae en forma líquida, que escurre superficial y subsuperficial si este punto es elevado en la montaña.
De acuerdo con variados datos, cayó en 72 horas lo que tradicionalmente llueve durante todo el mes de junio. Pero esto no explica la magnitud del daño que se provocó en la región del Biobío, en particular por las crecidas de canales, esteros, ríos y lagunas sobre la infraestructura urbana y de transporte.
Ha sido una constante en los especialistas mencionar la ausencia de una planificación territorial adecuada a este nuevo escenario climático, que involucra una infraestructura sin adaptación para los antecedentes climáticos actuales. Hay soluciones disponibles, y lo discutíamos en la Feria del Día del Medio Ambiente hace unas semanas. Algunas de ellas son muy caras, pero será siempre más costosa la inacción frente a este escenario de crisis.
Debemos actuar más rápido y adaptar la infraestructura de nuestras ciudades a este nuevo tipo de eventos extremos que nos golpean, independiente de la estación del año. Definir áreas donde se puedan construir viviendas, minimizando diversos riesgos (inundaciones, incendios, olas de calor, remociones en masa, etc.), se convierte en una necesidad.
Por tanto, un diálogo entre la ciencia y los diversos actores regionales es muy relevante para alcanzar dos objetivos: proteger los servicios de los sistemas naturales que nos guardan de estos riesgos y, a la vez, avanzar en la construcción de infraestructura urbana en áreas donde estos riesgos puedan ser minimizados. Este último punto es muy relevante, puesto que normalmente estos eventos extremos golpean con más fuerza a los más pobres y a aquellas áreas de rezago de nuestra región.
Una planificación para minimizar los riesgos se hace cada vez más urgente y necesaria y como Centro EULA Chile estamos colaborando con el MINVU para entregar un plan para el área metropolitana de Concepción, que es sin duda un avance, pero insuficiente, si lo miramos a la escala de la región y en particular en sus áreas de rezago (alto Biobío y Provincia de Arauco).
Es importante definir la necesaria conectividad vial y digital de la región para avanzar en mejores condiciones de vida y las adecuaciones de la infraestructura que permitan reducir los riesgos. La falta de estructuras que permitan evacuar el agua en un tiempo adecuado, como sucedió en la comuna de Curanilahue, es una urgencia que no se puede eludir. Avanzar en un plan de acción regional para el cambio climático, de una infraestructura resiliente, se transforma también en otra de las prioridades para las futuras autoridades de la región, para lo cual estamos también colaborando desde la Universidad de Concepción.
Dr. Ricardo O. Barra
Director Centro EULA, UdeC
Fuente: Diario Concepción